La famosa cadena de pizzas y comidas del mundo Clickipizza había abierto un
nuevo restaurante en las afueras de Clickópolis; un lugar apartado y lleno de
tranquilidad en el que los dueños de dicha cadena consideraron que debía haber
más vida. Habían anunciado la inauguración del restaurante por todas partes:
por la radio, por la televisión, por los paneles de neón que alumbraban las
calles, por correo comercial... En todas las tiendas de Clickópolis, había
pequeños anuncios que invitaban a la impresionante inauguración del
restaurante, con precios sorprendentes en los que entraban todas las bebidas
que los clientes quisiesen tomar, en los que se prometían suculentas ofertas y
una gran fiesta para celebrar la apertura del establecimiento. Prácticamente
todos los habitantes de Clickópolis y los que por casualidad pasaban por la
ciudad se habían enterado del acontecimiento y habían decidido ir a esa gran
fiesta que, al parecer, sería la más impresionante que jamás se viera por
aquellos lares.
Señora Hermenegilda: Pues yo me enteré en la pescadería de que iban a abrir un
restaurante de lujo que ofrecería precios impresionantes a los clientes para
celebrar la inagruración, o como se diga esa palabra tan difícil, que una ya no
está para aprender palabras tan complicadas a estas edades. “A mí me hablas más
sensillo”, como decía mi querida amiga la Roberta, qué buen hablar tenía esa
señora, por eso la sacaban por la tele tanto, porque era increíble...
Fernanda: Pero, Hermenegilda, ¿está usted segura de que es un buen
restaurante? Mire que el Bartolo y yo tenemos muy mal los huesos y no podemos
comer cualquier cosa, que se preguntará usted que tiene que ver la comida con
los huesos. Pues tiene que ver mucho, señora Hermenegilda, porque tenemos que
tomar para los huesos unas pastillas que te hacen polvo el estómago...
Señora Hermenegilda: A mí me va a hablar de pastillas usted, precisamente a
mí, que no puedo viajar en avión porque todo mi equipaje son pastillas. A mí me
viene usted a hablar de pastillas cuando tomo más pastillas que comida al día,
cuando me olvido del desayuno en vez de una de las pastillas que tengo que
tomar...
Bartolo: Pues yo tengo que tomar...
Fernanda: Anda, calla, que no tenemos toda la noche para escuchar tus
historias, que yo ya me las conozco de memoria. Hablando de pastillas, ¿te habrás
tomado la de la tensión, no? Que mira que mañana tenemos que ir a la enfermera
y te va a pegar la bronca como tengas la tensión más alta de la cuenta, que se
te pone por las nubes cuando se te acerca esa enfermera, que yo creo que se
echan un perfume para hacer subir la tensión a los viejos y así recetar más
pastillas, que seguro que las muy pelandruscas se llevan una buena comisión por
recetar pastillas...
Bartolo: Es que la muchacha está de muy buen ver y uno no es de piedra...
Fernanda: ¿Qué has dicho?
Bartolo: Que sí me he tomado la tensión, que sí...
Fernanda: Será que sí te has tomado la pastilla, ¿no? Mira que es tonto éste
mi marido, que ya no sabe ni lo que dice...
Señora Hermenegilda: Bueno, ¿entramos o qué? Del aire y del frío de la noche
no se ha alimentado nadie en todos estos siglos que está durando la eternidad
de la Tierra. Como no entremos ya, ¡nos vamos a quedar sin nada! Y, sí, ay, Fernanda,
pues claro que es un buen restaurante.
Fernanda: Se lo digo porque últimamente, con todas estas modernidades que
hay en el mundo, abren cualquier cosa. Váyase a saber usted si la comida que
sirven se come o se la tiene que inventar una.
Señora Hermenegilda: Pues claro que van a servir comida, qué cosas dice usted,
Fernanda.
Señora Hermenegilda: Yo me acuerdo de mi hijo, no sé cuál de ellos porque
tuve ya muchos, que abrió un restaurante de hamburguesas, llegué yo y lo
convertí en un mesón en el que servían los mejores cocidos. Cerró a los tres
días. No lo entiendo.
Chino Juan: A vel como está esta comida extlaña, que yo sólo como alós,
pero, si es glatis, pues tendlemos que plobalo. Luego puede que esta comida me
silva para mis clases de ataque personal...
Filomena: Yo no sé qué pinto en estos sitios, hija. Ya sabes que a mí la
comida extranjera no me gusta nada. Donde se ponga una sopa castellana... Esta
comida no tiene ninguna pinta de ser saludable, hija; pero nada, tú con tus
cosas de chiquilla...
Leticia: Ay, madre, por probarlo una vez no nos va a pasar nada. Si no te
gusta, pues ya no volvemos más y punto; pero es que seríamos tontas si no
hubiésemos venido. Mira, está aquí la ciudad entera.
Filomena: ¿Y tú te sientes bien dejándote llevar por la masa?
Bisbi: La masa siempre es lo mejor, mamá. Yo quiero masa clásica.
Leticia: Bisbi, pero si luego nunca te comes los bordes. Mejor escoge masa
fina.
Chino Juan: Lo fino siemple deja con hamble...
Bisbi: Mira, mamá, que buenas. Yo quiero dos. ¡Yo voy a querer dos!
Filomena: Ni hablar, que luego te pones malo de la tripa y tenemos que
aguantar nosotras tus horribles flatulencias.
Chino Juan: Yo conosco una buena solución para los pedos, unas buenas postulas
para que no duela la tlipa.
Bisbi: Desde que voy a tus clases, ya nadie se mete conmigo.
Leticia: Nadie se mete contigo porque, en vez de ir al instituto, vas a las
clases del chino Juan.
Chino Juan: Alumno inteligente...
Filomena: Qué poco me gustaron siempre las pizzas. Aquí me moriré de hambre.
Chino Juan: Yo quielo una pizza de alós.
Sergio el Pizzero: Eso no es posible, señor. Puede escoger entre pollo,
lechuga, tomate, beicon...
Chino Juan: Pelo yo quielo alós...
Sabrina: Vaya, John, no hemos llegado los primeros. Cuánta gente, qué calor
hace aquí dentro. ¿Y esa música? No pega con las pizzas una música tan lenta. ¡Oh,
no! Pero ¿por qué me las tengo que encontrar en todas partes? ¿Para qué vienen
a comer? ¿Acaso no se han dado cuenta de lo gordas que están. Será que, como
están tan gordas, ni verse en el espejo pueden ya las pobres.
John: Sabrina, cariño, no empieces. En vez de fijarte tanto en Sus y
Duclack, podrías centrarte en disfrutar más tú de la comida y...
Sabrina: Me cogeré la pizza más llena de verduras que haya para que no quede
ya para ésa tonta gorda que, con la alimentación que sigue, va a salirle una
lechuga en vez de un niño.
John: Sabrina, no seas tan cruel, por favor.
Sabrina: No soy cruel, sólo declaro una realidad.
Sus: ¡Pues están buenísimas estas pizzas! No me esperaba que estuviesen tan
buenas. Por lo general, siempre me decepciono cuando como pizza fuera de casa
porque no están tan buenas como pienso y suelen ser carísimas. Ni que las
pizzas estuviesen hechas de oro...
Diamante: Pues donde se ponga un buen cochinillo al horno, que se quiten
pizzas y pijerías de éstas. La carne está insípida, demasiado hecha está, y el
tomate tienes que imaginártelo. Yo prefiero un buen chuletón de ternera poco
hecho para que se vea qué estás comiendo, no como esto, que supongo que esto es
queso, pero vaya porquería de queso... ¿Y el ron? Estas bebidas que sirven no
son bebidas, son meados de aburrimiento. Si el aburrimiento mease, le saldrían
estas bebidas sosas. Ni cerveza hay, qué cutre.
Sus: ¿Qué murmuras, Diamante? ¿No te gustan las pizzas?
Diamante. Huy, sí, están buenísimas. Decía eso, que están buenísimas. (para
sí): mentira, vaya mierda de cena...
Duclack: Pues a mí con el embarazo se me ha quitado un poco el hambre y eso
sí que es raro porque dicen que, cuando estás embarazada, tienes mucha más
hambre...
Sus: Huy, sí, yo me como cualquier cosa y mucho mejor si es dulce. Tengo un continuo
antojo de bombones de Nesclick y de cruasanes rellenos de chocolate...
Suselle: A mí me encanta la pizza. Comería pizza todos los días.
Pradito: Yo también, pero mi madre me obliga a comer “de todo”, que yo digo
que es “de todo lo peor que hay en el mundo” ...
Dante: ¡Yo me voy a pillar otra!
Suselle: Yo creo que no, que luego me duele la barriga...
Pradito: ¿Y no será que no quieres estar gordita?
Suselle: ¿Qué? ¡No! Es que me empacho muy rápido.
Dante: Pues yo voy a por otra.
Pam: He tenido que aparcar la moto en Marte, tío, qué mal está el sitio por
aquí. Claro, con tanta peña y toda ha venido en coche, pues normal que no haya
sitio si el parquin consiste en poner sólo veinte plazas... Bah, ¿y la música?
Molaría más si pusiesen Iron Maiden; pero las pizzas están que te cagas de
buenas.
Wenda: Yo no sé qué haces con esta chica, Ben. Has perdido la cabeza por
completo.
Ben: ¿Y tú?
Wenda: Ni menciones a mi Chidi, que es más hombre que cualquiera que hay por
ahí suelto...
Pam: Chidi, ¿me acompañas a por una bebida? No sé qué voy a beber, pues aquí
son todo bebidas para niños, pero algo pillaremos...
Chidi: Pues vamos, sí.
Azur: Es el cupcake más bueno que he probado en mi vida.
Junior: ¿No quieres patatas?
Azur: No. Las tengo aborrecidas. Es que mi abuela me obligaba a comer
patatas fritas todos los días y acabé harta de ellas. No las puedo ni ver.
Señora Hermenegilda: ¡Pero qué ambientazo! No me esperaba yo que hubiese
tanta gente.
Fernanda: No entiendo cómo va esto. ¡Pero si apenas hay mesas!
Bartolo: Es que directamente no hay mesas.
Señora Hermenegilda: Pero ¿qué se come aquí?
Bartolo: Es un restaurante moderno en el que tienes que escoger la comida tú
y luego...
Fernanda: ¿Que tienes que hacer qué?
Señora Hermenegilda: Pero ¿dónde van ésos con esos platos tan grandes llenos
de comida? ¡Ah, no, que son pichas de ésas! Eso lo he visto yo por la tele.
Menuda cosa tan rara, comer pan aplastado con cosas encima. ¡Que se hagan un
bocadillo de chorizo como se ha hecho toda la vida de Dios y que se dejen de
aplastar el pan! Qué desperdicio de pan, qué desperdicio. ¡No me digas que
tendremos que comer eso!
Fernanda: Pues me da a mí en la nariz que sí, señora Hermenegilda.
Señora Hermenegilda: Yo de eso no como. ¿Dónde están los dueños? Voy a
darles unas cuantas lecciones de buen comer.
Laura: Bienvenidos, señores. Nos alegramos mucho de tenerlos en nuestro
restaurante. Les explico cómo han de proceder... Tienen que escoger ustedes
mismos los ingredientes de...
Señora Hermenegilda: Mira, bonita, de toda la vida de Dios, cuando entras en
un restaurante, te ponen en una mesa, te dan la carta, lees (aunque yo me tengo
que poner las gafas, que ya no veo ni de cerca ni de lejos) y entonces viene el
camarero, que lo mejor es que venga vestido con un traje blanco y negro y, si
es con pajarita, mejor, y le dices lo que quieres. Yo ya escojo todos los días
los ingredientes de la comida que tengo que hacer en casa, que, dependiendo de
si vienen a comer mis hijos o no, he de comprar más patatas o menos; pero esto
de venir a un restaurante a escoger tú los ingredientes de tu comida... ¿Dónde
se ha visto eso?
Laura: Bueno, señora, usted escoge los ingredientes, luego va hacia donde
está mi compañero y...
Señora Hermenegilda: ¿Y tendré que pagar más si escojo más cantidad de
ingredientes? ¡Yo esto no lo entiendo! No me gusta nada la idea, nada. Con esta
porquería de manera de atender a los clientes, no vais a durar ni un día, ya te
lo digo yo, que, donde se ponga un buen cocido...
Laura: Señora, le recomiendo que hable con mi compañero y él la podrá
aconsejar...
Señora Hermenegilda: Mira, señorita, ponme unas patatas fritas y ya está,
que eso sabe igual en la China, en la Luna que en la Tierra.
Casandra: ¡Qué chulo!
Artemisa: Para comer pizzas, podríamos haberlas pedido al Telepizza por la
aplicación... Ya sabes que no me apetece nada salir. Esperaba que me llevases a
otro sitio más...
Casandra: ¿Más qué? ¡Pero si esto es genial! Me encanta que puedas escoger
tú misma los ingredientes.
Artemisa: ¿Puedes escoger tú los ingredientes?
Casandra: ¡Vaya que sí! Y mira qué cantidad de verduras puedes escoger.
Artemisa: Ah, pues parece interesante...
Casandra: Ya te dije que merecía la pena salir, que llevas encerrada muchos
días, que sólo sales para correr cuando no hay nadie en la calle o para tirar
la basura y eso no es, hermana, que la vida sigue, tía, que me aburre ya el
motivo por el que estás triste, que ya es hora de que te busques otra razón
para deprimirte.
Artemisa: Como si fuese tan fácil...
Señora Hermenegilda: ¡Pero si aquí tenemos a viejas amigas! Bueno, lo de
viejas no va por ti ni mucho menos por mí, claro.
Sus (intentando esconder su disgusto): ¡Hola, señora Hermenegilda! ¡Pero qué
sorpresa!
Señora Hermenegilda: Pero, Sara...
Sus: ¡Sus!
Señora Hermenegilda: Eso, Sus, que vaya mezcla de nombres tengo. Que eso,
Sus, que te has puesto muy gorda, ¿no? Con el tipito que tú has tenido siempre,
que vaya pena, claro, si es que vivir en matrimonio es lo que tiene, que te
engorda, como si casarte con un hombre fuese también casarte con la gordura,
hija, que yo a tu edad tenía un cuerpecito tan fino que tenía que encargar la
ropa porque la que había en las tiendas no me venía de lo delgada que estaba,
que un poco más y tengo que ponerme la ropa de las modelos de Jólibu...
Sus: Pero es que estoy embarazada, señora...
Señora Hermenegilda: Que tu amiga se ha puesto también de buen ver... A ver
si nos cuidamos algo más...
Señora Hermenegilda: Pero tus niños están tan guapos como siempre, qué
bonitos. Qué diferencia con mis nietos, que son unos leones enjaulados, no lo
parecen, lo son, y estos niños tan educados... Qué guapos que sois, ¿eh?
Suselle y Pradito: Gracias, señora.
Dante (para sí): Que pesadilla de tía, joder, siempre nos pilla por banda y
nos mete unos sermones... Qué pesada, a ver si se atraganta con su propia
lengua y se calla para siempre.
Casandra: Está buenísima la comida y lo mejor es que sea tan barato, oye,
que yo no sé por qué las pizzerías son tan caras...
Artemisa: Hacía mucho tiempo que no comía nada tan bueno.
Casandra: Hace mucho tiempo que no tienes hambre. Oye, Artemisa, que lo has
dejado con Agnes, no con la vida, que la vida sigue, tía. ¿Ves las cosas que te
puedes perder si sigues llorando encerrada en casa? Además, la dejaste tú, tía,
que no fue ella quien te mandó a la porra, que fuiste tú.
Artemisa: Pero ya sabes por qué lo hice, porque prefiero estar con alguien
que no piensa en fantasmas.
Casandra: Fantasmas que luego resulta que eran más de carne y hueso que
nosotras. Tía, que la vida sigue. ¿Qué te piensas, que hemos venido al mundo
para esto?
Artemisa: Tengo ganas de ir al servicio.
Casandra: Ya estabas tardando. Si es que yo no entiendo por qué quieres bautizar
todos los váteres del mundo, qué manía, tía.
Artemisa: ¿Y qué culpa tengo yo de tener ganas de mear? ¡Qué pesada estás, Casandra!
Casandra: Pero es que siempre tienes ganas de mear.
Artemisa: ¿Y qué culpa tengo yo de que mis riñones funcionen bien?
Casandra (para sí): Qué borde está últimamente. Si es que no se le puede decir
nada...
Silvia: Esto está perdido en medio de la nada. Lúa, dijiste que estaba cerca
y un poco más y llegamos a la Luna andando...
Lúa (riendo): ¡Ay, Silvia, qué exagerada que eres!
Silvia: Sí, claro, como no llevas estos tacones...
Agnes: Hay mucha gente...
Silvia: Parece que el negocio va bien, pero ponerlo tan lejos del centro no
creo que sea buena idea...
Agnes: Ay, cuando hay tantas cosas, yo me lío y no sé qué pedir...
Lúa: Siempre fuiste muy indecisa... Yo te ayudo.
Silvia: Pues yo tengo clarísimo lo que quiero. Quiero una pizza con pollo,
beicon, tomate y queso azul.
Agnes: Yo es que no sé, con tantas cosiñas...
Silvia (riendo): Agnes, ¡que es para hoy!
Lúa: Déjala, Silvia, no la presiones, que se pone más nerviosa y entonces es
peor.
Agnes: Es que las verduras todas que hay aquí me gustan, pero, claro, el
tomate no me gusta mucho cómo combina con el pimiento verde, pero el pimiento
verde está tan rico... pero el tomate es lo que más sabor le da a una pizza...
Silvia: Si lo sé, me traigo la almohada.
Lúa (riéndose): ¡Mira que eres mala!
Agnes: Ay, Luíña...
Lúa: Anda, ya te la hago yo...
Silvia: ¿Y de beber?
Lúa: Qué pena... No hay vino.
Casandra: ¡Mi-er-da! ¿Qué hace aquí Agnes? Joder, ¡y encima viene con Lúa...!
Se va a liar una buena. Mi hermana me va a matar.
Agnes: Anda, pero si está ahí Casandra... (De repente, viendo a la señora
Hermenegilda): ¡Oh, no! Esta muller non!
Señora Hermenegilda: ¡Hoooombreeeeeeeee! ¡Dichosos los ojos! ¡Ay, pero si es
mi amiga la gallega!
Agnes: Non, por favor...
Señora Hermenegilda: ¡Pero cuánto tiempo sin verte! ¡Me alegro muchísimo de
verte! Ay, ¡pero qué guapa estás! Ven, ven, ¡que me tienes que contar...!
Agnes: Hola... pero es que tengo prisa porque... porque tengo que ir a coger
las bebidas...
Señora Hermenegilda: ¿Qué bebidas ni que niño muerto? Tú te quedas aquí
contándome todo.
Agnes: Pero es que...
Señora Hermenegilda: Que te quedas hablando conmigo, ¡que hace mucho que no
te veo! Claro, desde que os fuisteis del piso, pues ya no se supo nada de
vosotras, que, oye, que erais unas vecinas ejemplares, que a mí me caíais muy
bien, pero qué pena que os fueseis, claro, es que esos cerdos que os alquilaban
el piso pues eran unos puercos...
Lúa: No hay vino ni cerveza y no te gusta ni la Clickócola ni nada que lleve
gas, así que te cogí Nestea...
Agnes: Ya está bien, cariño, gracias.
Señora Hermenegilda: Que se los tendría que llevar la policía, mira que
haceros eso a vosotras, que erais unas excelentes vecinas... ¿Y ahora dónde
vivís? Mira que tu pareja era tan buena, tan amable, me gustaba mucho también,
que oye, que yo encantada de teneros como vecinas, pero claro ahora...
Lúa: ¿quién es, Agnes?
Agnes: Es una antigua vecina...
Señora Hermenegilda: ¡Pero qué monada! ¿Ese pelo tuyo que llevas es natural?
Porque de pelirrojas verdaderas conozco pocas, la verdad.
Lúa: Sí, sí, es mío... pero...
Señora Hermenegilda: Yo soy la señora Hermenegilda. ¿Tú cómo te llamas?
Lúa: Yo soy Lúa. Encantada, señora.
Señora Hermenegilda: ¿Y dónde está tu pareja? ¿Ha venido?
Silvia: Está ahí, su pareja. Justo al lado de usted.
Señora Hermenegilda: Mira que era guapa e inteligente... Espero que no la
hayas dejado por otra.
Agnes: Pues es que...
Casandra: A ver cómo saco a mi hermana de aquí sin que se líe...
Artemisa: No me gusta que los servicios sean unisex. Me da asco orinar donde
mean los tíos.
Casandra: ¡Artemisa! Pensaba que te habías caído por el váter, tía. Mira,
ben, ven...
Artemisa: ¿Qué ocurre? ¿Es que ni siquiera puedo mear tranquila?
Casandra: Es que he visto a tu amiga Sus. ¿No quieres ir a saludarla?
Artemisa: ¿Está aquí Sus? Ay, es que no quiero que me pregunten por mi vida,
por la vida miserable que llevo ahora...
Casandra: Tienes que ser más valiente y decir lo que ocurre, Artemisa. No me
seas tonta, venga, vamos.
Sus: ¡Huy, hola, Artemisa! ¡Qué alegría verte!
Artemisa: ¡Hola, Sus! Ay, pero qué guapa estás... ¿Estás embarazada?
Sus: ¡Sí, sí!
Artemisa: Te queda muy bien el embarazo. Estás muy guapa.
Sus: Gracias. Eres la primera persona que me lo dice esta noche. ¿Y tú cómo
estás? ¿Cómo os va?
Artemisa: Bueno...
Sus: ¿Qué ocurre?
Artemisa: Digamos que mi vida cambió un poco hace unos meses...
Sus: ¿Y eso?
Artemisa: Pues es que Agnes y yo...
Sus: Vaya, no me digas que ya no estáis juntas.
Artemisa: No, ya no estamos juntas; pero no me apetece hablar del tema.
Casandra: Lo lleva muy mal. No levanta cabeza, se pasa el día llorando, no
tiene ganas de nada, ni de comer, ni de salir... Hace semanas que no salíamos a
cenar ni a ningún sitio.
Artemisa: No es necesario que lo cuentes todo, Casandra.
Sus: Es normal que estés así. ¿Aún sigues enamorada de ella?
Casandra: Más que enamorada, lo que está es obsesionada...
Ben: Bueno, creo que nosotros nos iremos. Pam quiere ir a una fiesta de sus grupos
musicales...
Wenda: Poco pintas tú ahí.
Señora Hermenegilda: Pues es que, hija, a mí estos sitios pues mucho no es
que me gusten, pero una también tiene derecho a probar cosas nuevas a mi edad y
claro... pero ¡hombre! ¡Mira quién está ahí! Ya decía yo, que dónde habías
metido a tu querida pareja, que me extrañaba mucho que vinieses sin ella, que
erais uña y carne...
Artemisa (para sí): No puede ser, no puede ser...
Casandra: Creo que ya no hay remedio.
Casandra: Lo siento, Artemisa.
Artemisa: ¿Sabías que iban a venir?
Señora Hermenegilda: ¡Pero qué haces ahí sola, bueno sola no! ¡Pero ven,
hombre, que tienes aquí a tu media naranja muerta de asco esperándote! Mira, mira
qué buena pareja que hacéis, qué bien que os haya visto juntas. Ya estaba
preocupada, diciéndome que estaba: a ver si es que se han separado y una no se
ha enterado, que ya me habría enterado de alguna manera u otra, pero menos mal
que no...
Artemisa: Señora Hermenegilda, Agnes y yo...
Señora Hermenegilda: Que os vais a casar, si es que ya se veía venir...
Silvia: ¡Mi madre! Pero ¿qué ha comido esta mujer?
Lúa: ¡No se calla!
Agnes: Ay, está usted equivocada, señora...
Señora Hermenegilda: ¿Equivoca qué? No, mira que yo se lo decía a mi
Fernanda, que estas dos duran hasta que la luna caiga a pedazos, que este amor
sí que es de verdad, no como el de mis diez maridos, que falsos eran todos,
eran tan falsos que ni la muerte los quería y por eso se los llevaba a todos,
que una acaba pensando que alguien le echó una maldición, un mal de ojo, que tú
de eso sabrás un rato viniendo de donde vienes...
Agnes: ¿Cómo?
Señora Hermenegilda: Pero hay personas que nacen estrelladas y otras que
nacen con una estrella, oye, y vosotras habéis nacido con el firmamento
entero... Una ya se ha estrellado demasiadas veces, pero oye que aquí estoy,
intactísima que estoy.
Casandra: Ay, señora, cállese ya, digo... venga conmigo, que vamos a saludar
a una amiga muy especial.
Señora Hermenegilda: ¿A quién me falta por ver esta noche? Si yo creo que
los he visto a todos ya. Como no sea mi amiga Vicenta, pero no, creo que no
puede ser porque está muy mal del reuma...
Sus (para sí): ¡Otra vez no!
Señora Hermenegilda: Pero si ya la he saludado. Bueno, no importa, que aún
le tengo que dar unos cuantos consejos para que adelgace.
Sus: Pero, señora, ¡que estoy embarazada!
Señora Hermenegilda: ¡Ah, embarazada! ¡Con razón! ¡Mira que no darme cuenta!
¿Embarazada otra vez? Pues si ya tienes dos, ¿¿para qué quieres otro? ¿Y tu
amiga también está embarazada?
Duclack: Así es, señora.
Señora Hermenegilda: Pues menos mal, que ya se te iba a pasar el arroz y yo
con tu edad ya tenía siete por lo menos y bien destetados, que los destetaba a
los tres meses para que creciesen más rápido...
Artemisa (para sí): No, no quiero verla, no quiero hablar con ella...
Agnes: Hola, Artemisa.
Silvia (intentando disipar la tensión): Vaya, esa mujer habla por mil.
Lúa: Me puso la cabeza como un bombo.
Agnes: Yo llega un momento en el que dejo de escucharla. Me acostumbré a oír
voces todo el tiempo trabajando donde trabajo... Al final no escuchas. Sólo oyes.
Silvia: Trabajar en una cafetería te enseña tanto...
Lúa: Y trabajar de psicóloga también.
Silvia: Me sabe mal que esa mujer os haya incomodado tanto... No sabe
escuchar.
Artemisa: No importa...
Agnes: Artemisa, no esperaba verte aquí hoy...
Artemisa: Yo en ninguna parte.
Agnes: Me alegra verte. ¿Cómo estás?
Artemisa: Yo no me alegro... Bien, bien, Agnes. Veo que tú estás
perfectamente, ¿no?
Agnes: Pues estoy muy bien, sí...
Lúa: Pero tú pareces triste...
Artemisa: ¿Cómo te atreves a opinar sobre mí, zorra?
Lúa: ¡Ay!
Artemisa: Huy, es que pesaba mucho y no he podido sostenerla. ¡Lo siento! Ay,
qué pena de vestido, con lo bonito que era...
Lúa: Pero ¿por qué lo hiciste?
Artemisa: ¿Y encima eres tú quien me pide explicaciones? ¿Por qué hiciste tú
lo que hiciste, cerda? ¡Desde el principio supe lo que querías, cómo eras!
Agnes: Artemisa, por favor...
Lúa: No sé cómo voy a limpiar esto ahora...
Artemisa: Ay, qué pena, pobrecita, no sabe cómo va a limpiarse su mierda de
vestido. Dime tú cómo puedo limpiarme la mierda que has echado sobre mi vida,
asquerosa?
Lúa: ¡Basta de acusarme! ¡Yo no hice nada!
Artemisa: ¿Que no hiciste nada? ¡Te mato! ¡Juro que te mato y ahora sí
estarás muerta de verdad!
Lúa: ¡Artemisa, basta!
Agnes: Artemisa, pero ¿qué te pasa?
Lúa: ¡Déjame! ¡Yo no quiero pelearme contigo, Artemisa! Cálmate...
Artemisa: ¡Vas de santita y eres una pedazo de puta asquerosa! ¿¡Conmigo no
disimules!
Lúa: ¡Déjame ya!
Artemisa: Pero ¿qué haces, maldita?
Lúa: ¡Huy, es que pesaba mucho y no pude sostenerla!
Artemisa: ¡Me has estropeado el peinado de la peluquería!
Sinéad: Vaya fiestas más raras hacen los humanos últimamente. No sabía yo
que la diversión consistía en tirarse la comida los unos a los otros...
Tsolen: Están discutiendo, Shiny.
Sinéad: Ya lo sé, Tsolen. Ya los oigo.
Tsolen: Algunos tienen tan buena pinta... Podríamos esperar a ver si alguien
sale espantado de esa absurda pelea. Qué verduleras.
Sinéad: No, Tsolen, aquí no quiero que nos alimentemos. Conozco a demasiados
humanos. Podemos buscar otro sitio. En estas fechas, hay millones de cenas de
empresa.
Tsolen: Tienes razón.
Casandra: ¡Vale ya, Artemisa! ¡Compórtate, hermana! ¿Qué te pasa?
Agnes: Miña nai...
Lúa: Qué pena de vestido. Encima, me lo regalaste tú, Agnes, y mira cómo
está ahora...
Señora Fernanda: ¡Cine gratis!
Bartolo: Esto es mejor que Cine de barrio.
Laura: ¡Por favor, abandonen el local!
Casandra: Ya nos vamos. Le juro que lo siento.
Artemisa: ¡Por supuesto que nos vamos!
Casandra: ¡Artemisa! Pero ¿dónde vas?
Artemisa: ¡Déjame en paz! ¡Encima te pones de su lado!
Casandra: ¡Yo no me pongo de su lado! ¡Espera!
Artemisa: No sé por qué has tenido que traerme aquí...
Casandra: Primero: yo no sabía que Agnes y Lúa también vendrían y segundo: ¿tú
crees que son maneras de comportarse? ¡Qué vergüenza, Artemisa!
Artemisa: En lugar de entenderme, te pones a regañarme, te pones de parte de
la asquerosa de Lúa y de la zorra de Agnes...
Casandra: No hables así, Artemisa. No tiene lógica que te pongas de este
modo. Tú dejaste a Agnes mucho antes de que ella supiese que Lúa estaba viva,
en realidad.
Artemisa: ¡Me da igual!
Casandra: Lo que debes hacer es seguir con tu vida, intentar seguir
adelante... y no liar lo que lías.
Artemisa: ¡Déjame ya! ¡Idos todos a la mierda!
Casandra: Pero ¿adónde vas?
Artemisa: ¡Al infierno!
Agnes: Siento mucho todo esto, Lúa. No esperaba que Artemisa se pusiese así.
Lúa: No tienes que pedirme perdón, Agnes. No tienes por qué. Ni siquiera
sabías que Artemisa estaba aquí. Está muy dolida y lo ha pagado con nosotras.
Eso es todo.
Agnes: No es justo que te trate así...
Lúa: Ven, vayamos al lavabo, a ver si puedo limpiarme un poco el vestido...
Señora Hermenegilda: Menudo espectáculo ha montado aquí la ordinaria ésa...
pero ¿y las patatas?
Bartolo: Mi señora se las ha comido todas.
Fernanda: ¡Mentiroso! Tú has comido más que yo.
Señora Hermenegilda: ¡No me habéis guardado ni una! ¡Tacaños! ¡Avariciosos!
¡Tragones! ¡Agarraos!
Señora Fernanda: Pero es que tardaba usted tanto en venir...
Laura: Qué desastre... Qué mala imagen...
Silvia: Mi madre... Vaia lea.
Señora Hermenegilda: ¿Es que no nos van a servir más patatas? ¡Yo quiero más
patatas!
Silvia: Qué pesada que es esta señora.
Señora Hermenegilda: Pues vaya una porquería de manera de servir a los
clientes. Yo quiero más comida, ¿y no me la sirven? Pues vaya una inagruración
de mierda.
Silvia: Siento todo esto, de veras. Déjeme, yo la ayudo.
Laura: Ay, no, ¡no es necesario!
Silvia: No se me van a caer los anillos. Yo también tenía un negocio de
restauración y sé lo duro que es empezar y soportar a ciertos clientes...
Laura: Gracias. Es usted muy amable.
Lúa: Creo que este estropicio no tiene remedio... Silvia dice que lo tire a
la basura, pero ¿cómo lo voy a tirar?
Agnes: Esto se limpia, Luíña...
Lúa: ¿Estás bien?
Agnes: Bueno, sinceramente, me siento mal por ti. Fue muy incómodo todo.
También me sabe mal por Artemisa. Se nota muchísimo que está pasándolo muy mal...
Lúa: Sí... Yo no quería discutir con ella, Agnes.
Agnes: Lo sé, Luíña, lo sé.
Lúa: A ver si con algo de agua...
Agnes (sorprendida): ¡Luíña, que es un lavabo unisex!
Lúa: Bah, no entrará nadie. Si se fueron prácticamente todos ya.
Agnes: Es peligroso que te pongas así...
Lúa: Que no entrará nadie, no te preocupes.
Agnes: No lo digo por los que puedan entrar...
Diamante: Me meo vivo. No sé por qué bebo tanto de estas cosas que ni que
ver tienen con el ron si luego se van por donde no se tienen que ir en lugar de
subir... ¡Oh!
Agnes y Lúa: ¡Ah!
Diamante: ¿Os ayudo en algo, chicas?
Diamante: Quizá esas bebidas sean alucinógenas... Sin duda, lo mejorcito de
la noche...
Lúa: ¡Ay, váyase!
Diamante: Tranquila, joyita, tranquila...
Lúa: ¡Que se vaya, carallo!
Diamante: Pero si no haré nada, sólo miro.
Lúa: ¡Que se vaya, a cona que o botou! ¡Váyase!
Diamante: ¡Vaaaale!
Agnes: Ya no entrará nadie más... Pobriño, no sabe lo que se pierde...
Lúa: ¡Agnes!
Agnes: Habrá que esperar a que se seque el vestidiño, ¿no?
Lúa (riéndose pícara): Y se me ocurre una buena manera de esperar...
Sus: ¡Diamante! ¿Dónde estás? ¡Te estamos esperando!
Diamante: ¡Suuuuuush!
Sus: ¿Qué? ¿Que me calle? ¡Venga, que los niños ya están en la calle y hace
frío!
Diamante: ¡Que me meo!
Sus: ¡Pues entra!
Diamante: Es que...
Sus (llamando): ¿SE puede?
Agnes: No, no... Está ocupado.
Sus: Pues mea en un árbol, venga.
Diamante: Pero es que tengo pipí.
Sus: ¿Ahora me vienes con remilgos cuando nunca te ha importado orinar donde
sea? ¡Anda ya! ¡Vayamos a casa!