EN BUSCA DE UN NUEVO HOGAR: 01.
ESTA POCILGA PUEDE SER UNA MARAVILLA
Agnes y Artemisa se hallan en la
búsqueda de un hogar en el que puedan iniciar una nueva vida. Tras una época
muy difícil y triste, llegó el momento de comenzar a ser felices. Llevan un mes
mirando pisos y casas en distintos barrios de Clickópolis, pero ninguno de
ellos las convenció realmente. No disponen todavía de mucho dinero para pagar
un alquiler y tampoco quieren vivir inmersas en el bullicio de la ciudad.
Un piso situado en el barrio más
cercano al bosque es la última opción que les queda por mirar. El lugar en el
que está emplazado es maravilloso, pues se trata de un rincón muy tranquilo que
está a menos de diez minutos del bosque y, además, justo al lado del bloque en
el que se encuentra el piso, hay un parque muy bien cuidado en el que cantan
alegres los pájaros.
Artemisa: Espero de todo corazón
que este piso nos guste, sobre todo a ti. Llevamos toda la mañana mirando pisos
en Clickópolis y a todos les sacas algún defecto.
Agnes: Pero si a ti tampoco te
gustaban, Artemisa. Los del centro eran muy pequeños y caros. Además, a mí no
me apetece nada vivir en el centro de la ciudad... y a ti tampoco.
Artemisa: Sí, si tienes razón...
pero intuyo que éste nos encantará.
Agnes: Al menos, está ubicado en
un sitio precioso.
Artemisa: El bosque que queda
aquí cerca me trae tantos recuerdos...
Agnes: A mí también. Es un lugar
muy mágico, pero no quiero que te decepciones si éste no nos gusta. Seguro que
al final encontramos uno que nos acogerá de verdad.
La señora Hermenegilda está al
tanto de todo lo que ocurre en el edificio. No se le escapa ningún cotilleo y
puede narrar con todo lujo de detalles la vida de todos los vecinos. En cuanto
oyó las voces de Agnes y Artemisa, se asomó inmediatamente a la puerta de su
casa:
Señora Hermenegilda
(murmurando): ¿De quiénes son esas voces? No las conozco de nada. Son gente
nueva. Parecen jóvenes. Espero que no sean otra vez mujeres de vida alegre, que
van a ver a los mierdas de arriba, que vaya tela tenemos también con esta
basura de vecinos, que hacen tanto ruido siempre, que huelen tan mal y son tan
absolutamente desagradables. Mira que ponerse a tocar los timbales a las dos de
la madrugada... cuando no se ponen a gritar como locos viendo el fútbol o yo
qué se qué narices ponen en ese televisor que se oye enlatado perdido... Tengo
que subir para saber lo que está pasando, que yo de esto tengo que enterarme.
Señora Hermenegilda (pensando): Huy,
pues tienen mejor pinta de lo que me había imaginado. Qué guapas son, aunque
también son un poco raritas, sobre todo la de los pantalones, vaya pintas de
hippy tiene. La otra me gusta cómo viste, parece más clásica y tradicional, más
modosita, pero vaya ojos tiene. Qué guapas. A lo mejor son novias de los
mierdas ésos, aunque no, no creo. Por nada del mundo una mujer con criterio y
sesos se acercaría a una porquería de ésas. Quizás vengan a ver el piso. Espero
que no salgan por patas, que se queden y que la escoria ésa de tíos se vaya al
mismísimo carajo.
Artemisa: Si este piso no nos
gusta, tendremos que irnos a otra ciudad y a mí me gustaría vivir aquí para
estar cerca de mi hermana. Además, es que es tan barato... Sólo cuesta 350
cleuros al mes... Es un precio buenísimo, Agnes.
Artemisa: Venga, vayamos ya, que
quedamos a la una y media y ya son las dos y media. Se nos hizo tarde buscando
la calle.
Agnes: Es que es una ciudad tan
grande...
Señora Hermenegilda (pensando): Ciudad
grande dice ésta. Se nota que no ha vivido nunca en Madrid. Oye, pero qué acento
tan curioso tiene. Ésta tiene que ser de la tierra de mi primer marido... Oye,
¿pero se decidirán a llamar algún día?
Artemisa: Venga, llamemos ya.
Estoy un poco nerviosa. Ésta es nuestra última oportunidad para poder vivir
aquí.
Agnes: Artemisiña, espera un
momento. Es que...
Artemisa: ¿Qué pasa, Agnes?
Agnes: Es que percibo algo
extraño. No me gusta el olor que procede de esta casa y además noto una energía
muy asfixiante.
Artemisa: Eso te pasa porque
estás agotadísima. Llevamos fuera toda la mañana y...
Agnes: No, cariño, no se trata
de nada de eso...
Artemisa: Venga, démosle una
oportunidad, por favor.
Artemisa: Cómo tardan en abrir,
¿no? Parece como si no hubiese nadie.
Agnes: Si quedamos con él, es
imposible que no esté. Yo creo que tiene el televisor muy alto.
Lo que menos se imaginaba Pepe
era que alguien pudiese interrumpir aquel emocionante momento en el que tenía
toda su atención puesta en el partido de fútbol al que solamente le faltaban
quince minutos para terminar. Estaban transmitiéndolo a través de satélite y
había tenido que pagar para poder verlo. Jugaban los Clickores rojos contra el Atleclick
de Clickópolis.
Pepe (gritando con todas sus
fuerzas mientras come y se le escapan perdigones de comida por la boca): ¡Venga!
¡Venga, que ya lo tenemos! Venga, ¡haced el favor! ¡Venga, que esa pelota la
tienes! ¡Noooooooooo! ¡Pero malditos Clickores, qué malos sois! ¡Chuta! ¡Chuta!
¡Pero pásasela a Enríquez! ¡Baaaah, menuda basura de fichaje!
En esos momentos, oye unos
golpes tímidos en la puerta.
Pepe (extrañado): Pero ¿quién
narices va a venir a estas horas? ¡Ostras, que puede que sean las pibas que
iban a venir a ver el piso! ¡Celeee, tío! Bah, éste no me oye ni aunque le
grite en la puñetera oreja. Tendré que abrir yo...
Pepe (pensando): Pero ¿qué es
esto? ¿El pavo sabía qué tipo de tías iban a ver el piso? Me cagüentó, qué cosa
tan rica de pibas...
Artemisa: Hola, soy Artemisa.
Quedé con usted en venir a ver el piso. Lo siento, llegamos un poco tarde.
Pepe (pensando más vicioso): De
usted me trata... y se piensa que soy yo el amo del piso, qué ricura. Anda que
la morena de los ojos negros... Menudo pibón. Creo que ni en las pelis que me
zampo por la noche aparecen tías tan buenas como ésta. Menudas...
Pepe (fingiendo mucha
amabilidad, con sonrisa viciosa): Perdonad, pasad, pasad, hombre. No soy yo el
amo del piso, sino mi amigo Celedonio, pero tengo que ir a despertarlo, que
está durmiendo la mona. Podéis esperar aquí y coger lo que necesitéis, como si
estuvieseis en vuestra propia casa.
Lo que menos desearían Artemisa
y Agnes sería tocar algo de lo que allí había. Lo primero que las angustió fue
el desagradable hedor que inundaba aquel hogar; un horrible olor a tabaco
revenido, a ropa sin secar bien, a calcetines usados, a comida putrefacta...
Las dos sintieron una irrevocable necesidad de abrir las ventanas para que el
aire de la calle deshiciese la pesada y viciada atmósfera que les impedía
respirar. Además, aunque no se acercasen a Pepe, ambas percibieron que le hedía
el aliento a tabaco, a alcohol y a café.
Pepe: Voy a despertar a Celedonio.
Lo dicho, servíos lo que queráis.
Artemisa: Es la primera vez que
me ocurre algo así, que el dueño de un piso esté durmiendo cuando hemos quedado
para ver el piso... Además, qué pinta tenía éste también...
Agnes no era capaz de decir
nada. El olor y la horrible apariencia de la persona que acababa de hablar con
ellas la habían dejado sin palabras. Además, sentía que el espantoso desorden
que reinaba en aquel hogar ya estaba revolviéndole el estómago y experimentaba
ya unas leves ganas de vomitar.
Pepe (a voces a su amigo): ¡Eeeeeeh,
tío, Cele, que han venido las pibas a mirar el piso! ¡Pero, tío, despierta,
joder!
Celedonio está sumido en un
sueño tan denso y profundo que parece que ni siquiera una bomba podría
despertarlo jamás. Pepe se impacienta mucho y comienza a agitarle el hombro con
brutalidad mientras lo llama alzando más la voz:
Pepe: ¡Pero quieres despertarte de una maldita vez, tío! Pero ¿cómo
puedes roncar así?
Celedonio: Oooooooggggggg,
ooooooooogggggggg.
Pepe: Cómo se nota que te
pusiste hasta el culo anoche de vodka. Estabas tan borracho que seguro que ni
te acuerdas de cuándo se fueron las pilinguis que contratamos.
Al fin, Celedonio abre los ojos
y mira a su amigo con un odio interminable mientras, rugiendo, le pregunta:
Celedonio: Pero ¿se puede saber
qué mierdas quieres? ¡Necesito dormir! ¡Con lo bien que estaba durmiendo yo...!
Pepe: Oye, tío, que han venido
las tías ésas que tenían que mirar el piso. Están tope de buenas, joder, que no
te imaginas lo que tienes aquí en casa ahora, que ni comparación tienen con las
furcias de anoche, tío. A ver si podemos ligárnoslas. Yo a una ya le he echado
el ojo. Es la tía que mi madre quisiera que me echase como novia. A ver si
puedo camelármela.
A Celedonio le cambia el ánimo y
la cara al instante al oír las palabras de su amigo.
Artemisa (susurrándole a Agnes):
No puedo creerme lo que estoy oyendo. Dime que no es verdad.
Agnes (susurrándole también): Ojalá
no lo fuese... Creo que lo mejor que podemos hacer es irnos, Artemisa. Estos
hombres no me gustan nada. Vayámonos, por favor, Artemisiña.
Artemisa: No, espera, no nos
rindamos por esto. El piso es maravilloso, Agnes. Merece la pena pasar por
esto. Tengamos paciencia.
Agnes: ¿Maravilloso, Artemisa?
Pero ¿tú viste cómo está?
Artemisa: Confía en mí, Agnes.
Saldrá bien, ya lo verás.
Agnes: En ti siempre confío,
pero... pero ¿viste cómo está todo esto, Artemisiña? ¡Es asqueroso! Yo no
soporto estar aquí más tiempo. Por favor, Artemisa... ¿Viste este sofá cómo
está?
Artemisa: Sí, el piso está más sucio
que el palo de un gallinero, pero, Agnes, esto con una buena limpieza quedará
muy bien, ya verás...
Agnes (con mucha lástima): Yo no
tengo estómago para limpiar todo esto.
La señora Hermenegilda no quería
perderse ni uno solo de los detalles de lo que estaba ocurriendo.
Señora Hermenegilda: Si, vienen
a ver el piso. Espero que no se vayan. Lo que daría yo por echar a escobazos a esos
tíos mugrientos y puercos...Estoy por entrar y convencerlas de que se queden.
Yo podría ayudarlas a limpiar esa pocilga. Nunca he entrado en ese piso, pero
falta no me hace, con la peste que esos mierdas echan ya me basta para saber
cómo tienen la casa. Mi madre, que en paz descanse, ve esto y le da un infarto.
Artemisa nunca había visto nada
parecido en su vida. Había estado en muchos lugares, pero nunca se había
hallado en una casa tan sumamente sucia. Como Agnes, ella también deseaba
marcharse de allí cuanto antes y deshacerse de la obligación de buscar un piso;
pero no quería rendirse tan fácilmente. Sabía que aquel piso era una
oportunidad muy buena que no podían desaprovechar.
Artemisa (pensando): ¿Cómo se
puede ser tan cochino? Qué asco, qué mal huele. Ahora entiendo de dónde venía
ese olor tan horrible... pero ¿será posible que haya algo que se mueva en la
pizza? Ay, madre mía... Tenemos que cerrar cuanto antes el trato con esta
gente... Si Agnes ve esto, ya sale corriendo.
Celedonio, al fin, tras mesarse
levemente sus cabellos sucios, sale a recibirlas con un aspecto totalmente
desaliñado. Cuando habla, sale de su cuerpo un insoportable hedor a tabaco, a
boca sucia y a alcohol que a las dos les hace sentir unas náuseas casi insoportables.
Además, su forma de hablar es completamente desagradable: arrastra las
consonantes como si todavía estuviese ebrio, tiene una voz quebrada de fumador,
de persona de bar. Hace un mal uso del lenguaje impresionante. No pronuncia
bien ni una sola palabra.
Celedonio: Perdonarme, que me
habéis pillao durmiendo la mona, que ayer me fui a dormir mu tarde, a eso de
las ocho de la mañana, que tuvimos aquí una fiesta que tela, que te caes
patrás. Perdonarme, no pensaba que fuerais a venir tan pontro. Menos mal que me
habéis pillao que he limpiao un poco el piso antes de acostarme, que, si no, lo
fuerais encontrao más peor. Bueno, enga, que sus enseño el piso, que pa eso
habéis venío supongo.
Celedonio, con toda su ilusión,
empieza a enseñarles el piso. Quiere alquilarlo cuanto antes para poder irse al
pueblo a cuidar de su madre, que está ya muy enferma. Le interesa que fallezca
para heredar su casa y sus tierras.
Agnes y Artemisa casi se
desmayan de repulsión cuando, al entrar a la cocina, descubren el horrible y
asqueroso desorden que allí reina. Ninguna de las dos es capaz de creerse que
lo que están viendo sea cierto.
Agnes (pensando): Nunca vin algo tan noxento na miña vida.
Nunca vin nada igual...
Artemisa
(pensando): Si convenzo a Agnes de que nos quedemos este piso, creo que para mí
ya no existirán imposibles. ¡Qué maldito asco! Nunca conocí a nadie tan
desordenado y marrano... ¿Qué hace ese flotador ahí? ¿Qué pretende con eso?
Mientras ellas
se hallaban sumidas en sus pensamientos, Celedonio no dejaba de hablar. Les
hablaba de cada rincón del piso mientras señalaba varios puntos con sus
mugrientos dedos.
Celedonio: Pues
es raro que me hayáis pillao que no haya fregao los platos, es que no me dio
tiempo. Si fuerais venío por la tarde, seguro que esto estaría limpio como una
patena, pero es que no me dio tiempo. Mira que es raro que yo use platos
normales. Normalmente uso platos de plástico, así ahorro agua y cuido un poco
del medioambiente, que lo tenemos un poco destrozao, mira que somos perros los
humanos. Anoche es que se me presentaron de sorpresa unos colegas y claro al
final se nos echó el tiempo encima y entre todos la casa sin barrer.
Artemisa
(pensando): Y dice que ha limpiado... No quiero imaginarme cómo estaría este
piso si no lo hubiese hecho. Como no haya limpiado con el pensamiento... Menuda
pocilga, por el amor de la Diosa...
Las sinuosas
náuseas que Artemisa sentía se volvieron insoportables cuando descubrió los
restos de aquel pollo frito y seco y de aquel muslo mordido pudriéndose en
aquel barreño. Creyó que sería incapaz de reprimirse las ganas de vomitar y
rogó que Agnes no viese aquella asquerosa imagen.
Artemisa
(pensando): No entiendo por qué tenemos que soportar todo esto... Quiero irme
de aquí. ¡Por favor, que termine cuanto antes esta tortura! Pero ¿cómo pueden
vivir así? ¿Cómo es posible que no se mueran de asco? Y esa botella de vino...
¿De veras eso son moscas?
Celedonio: Y
aquí tengo la galería, que mucho uso no le doy, para guardar cosas que no sé
dónde poner. La ropa sucia directamente la tiro o a veces la lavo un poco con
una toballa mojada con jabón y agua caliente, pero la sucia, la que ya no sirve
pa na, ésa la tiro. Y es que no tengo muchos armarios, por eso esto lo uso un
poco de trastero, pa guardar cosas que no se sabe, que se pueden necesitar de
repente, en cuando no te lo esperas.
Una rata corría
entre el desorden, intentando pasar desapercibida; pero Agnes la vio plenamente
y estuvo a punto de proferir un grito de pavor. El único animal que detestaba eran
las ratas; pero se contuvo. Estaba tan sorprendida que casi no podía ni pensar.
Celedonio: A mí
es que me encanta to lo que sea de Japón. Tengo esta katana que me la regaló
una piba japonesa que fue mi novia durante un tiempo, pero también me zampo
muchas series de ésas manga. Ahora veréis mi santuario. Puedo pasarme las horas
muertas en mi habitación y es que ya veréis, os encantará.
Mientras
Celedonio les enseñaba la casa, sobre todo a Artemisa, quien daba más muestras
de estar interesada en alquilarla, Pepe no perdía el tiempo y, descaradamente,
se acercó a Agnes comiéndosela con los ojos. Empezó a hablarle lanzándole su
aliento fétido con una voz viciosa que a Agnes le hizo desear que la tierra se
la tragase cuanto antes.
Pepe: ¿Y tú cómo
te llamas? Yo nunca te vi por aquí. ¿De dónde eres? Vaya ojazos tienes... Tienes
los ojos más bonitos que he visto en mi vida y mira que he conocido a muchas
tías, pero ninguna como tú, tan guapa y atractiva. Si quieres, puedo darte mi
número de teléfono y quedamos para cenar y para lo que surja, ¿eh, muñequita?
Agnes, por
supuesto, no respondía a ninguna de sus preguntas y ni siquiera lo miraba. Se
sentía cada vez más incómoda. Lo único que deseaba, con toda su alma, era que
aquel momento se terminase cuanto antes, era huir de allí, de aquel hogar tan
cargado de suciedad, tan desordenado, tan desagradablemente lleno de objetos
cuya apariencia la repugnaba profundamente.
En esos
momentos, oyó cómo Celedonio hablaba con mucho amor de su dormitorio y,
temiendo que Artemisa viviese una situación tan incómoda como la que ella
estaba viviendo, se alejó de Pepe sin perder tiempo.
Agnes: Artemisa,
creo que se nos hizo tarde...
La habitación de
Celedonio estaba cargada de una horrible y hedionda atmósfera en la que se
mezclaban el olor a cerrado, a alcohol, a tabaco y a calcetines muy sucios. Era
casi imposible respirar en aquel lugar. El aire parecía de piedra.
Artemisa
(pensando): Pobre Agnes. Debe estar a punto de deshacerse de asco...
Celedonio: Lo
que pasa es que anoche durmieron al menos diez personas aquí y, claro, pues al
menda no le ha dao tiempo toavía a ventilar, pero no sus preocupéis, porque
esta ventana se abre y entra to el aire fresco, que de eso aquí tenemos un
poco. Mis colegas y las pibas que a veces llamamos, porque también necesitamos
desfogarnos de alguna manera y para eso están las mujeres, duermen en las
colchonetas éstas, que yo no pienso gastarme ni una perra en colchones pa que
duerman esos cerdos.
Agnes
(pensando): Di que os seus amigos
son porcos. Pois el é o rei dos porcos paréceme a min... Quero irme de aquí
xa...
Celedonio: Esos
timbales que miras, muñequita, son pa tocarlos, que nos gusta tocar aquí a los
mendas... Los vecinos ya se han quejao unas cuantas veces, pero vamos a ver si
no vamos a poder hacer lo que nos dé la real santa gana en nuestra casa, en MI
casa...
Agnes
(pensando): Non sei se rir ou chorar...
Celedonio. Mira,
éstas son mis muñecas. Estos rifles me los regaló mi padre pa cuando me enseñó
a cazar. Anda que no he matao liebres, ciervos y jabalíes con estas armas...
Son muy buenas, de calibre muy alto, la m32hk, de calibre 50 y de alcance mu
alto. Pena que me da que tengo la gota y ya no puedo salir a cazar casi...
Ahora cazo otro tipo de presas. Y aquí me pongo yo, en mi cama, y me pongo a
ver la tele como un rey, tomando mis birras y fumando mis puros, anda que no.
Pa que luego digan que hay que irse al Caribe pa disfrutar de la vida... De eso
nada, monada. La tele la tenéis que poner así pa que se vea bien desde la cama.
Tengo la antena paranoica de ésas y desde aquí se ve to lo que quieras.
Celedonio: Ahora
veníos pal comedor, que sus lo enseño también.
Los dos amigos
las esperan en el comedor. Ellas los siguen con miedo y disgustadas, pero Agnes
detiene a Artemisa y le dirige una mirada suplicante que a Artemisa le encoge
el corazón. Ninguna de las dos es capaz de moverse, temiendo poder encontrarse
imágenes peores que las que ya han visto.
Agnes: Por favor,
Artemisiña, cielo, escúchame...
Artemisa: Agnes,
ya sé que estás a punto de deshacerte de asco, pero debemos tener paciencia.
Agnes: Yo no
puedo más ya, Artemisiña. ¿Es que no viste cómo lo tienen todo? Esto es
asqueroso...
Artemisa: Lo
limpiaremos y lo ordenaremos todo, te lo prometo, y esto quedará como si estos
tíos nunca hubiesen estado aquí. Mi hermana nos ayudará, ya verás.
Agnes: Pero es
que son tan maleducados... No me gusta nada cómo nos miran... Y ese hombre
quiere... yo no sé qué quiere conmigo...
Artemisa
(riéndose traviesa): No me extraña que te miren así... Tenemos que
aprovecharnos de lo tontos que son. A ver si, por lo guapas que somos, nos
bajan el precio del alquiler.
Agnes (riéndose
sorprendida): Oye, Artemisa, pero ¿qué dices?
Artemisa: Ya
verás cómo lo conseguimos... Venga, solamente nos falta ver el comedor y el
balcón. Después, ya podremos irnos. A mí me gusta mucho este pisito, Agnes.
Agnes no era
capaz de rebatirle nada a Artemisa. Se encontraba tan mal que lo único que
deseaba era irse de allí y borrar de su memoria el recuerdo de aquellos
momentos.
El comedor se
hallaba en un absoluto y terrible desorden que las horrorizó mucho más de lo
que ya lo estaban. Agnes sintió que, esta vez, no sería capaz de reprimirse las
ganas de vomitar que llevaba sintiendo desde que entró en aquel hogar.
Agnes y Artemisa
no dejaban de preguntarse cómo era posible que alguien viviese en esas
condiciones.
Pepe no quería
perder la oportunidad de hablar con Agnes a solas y, aprovechando que su amigo
Celedonio le enseñaba a Artemisa su mayor tesoro (su guitarra eléctrica), se
acercó a ella de nuevo y siguió hablándole con una voz estúpidamente
empalagosa.
Pepe: Oye, nena,
te juro que con esos ojos eres capaz de devolverle la vida a un muerto. Mira
que he visto ojos, pero como los tuyos... No quiero perderlos de vista ni un
momento, aunque en tu cuerpo hay otras partes que telita... Madre mía... Yo
creo que tu madre no te parió, sino que te sacó del cielo. Oye, que en serio,
que yo te doy mi móvil y quedamos, ¿eh?
Agnes: Gracias,
pero yo no...
Pepe: Y es que
encima tienes una voz tan bonita... Qué forma más dulce de hablar. Tú no eres
de aquí fijo. Tú tienes que ser del país de las hadas o algo así.
A Pepe no le
quedaban nada bien aquellas palabras tan bonitas en su asquerosa voz.
Celedonio: Y
ésta es mi niña, la única mujer a quien no le pondría los cuernos, aunque la
carne es más débil que el corazón.
Pepe: Yo te
bajaría las estrellas, pero para qué, si tú brillas más que ellas, que todas
juntas. Oye, dime cómo te llamas.
Por supuesto,
Agnes no le contestaría jamás. Sentía unas terribles ansias de empujar a aquel
hombre para alejarlo de ella, pero jamás se atrevería a tocarle ni un pelo.
Pepe: Venga, no
tengas vergüenza, que sé que nos gustamos...
Agnes
(intentando ser amable): Oiga, pero ¿de dónde saca usted eso? Yo no le dije
nada en ningún momento.
Pepe: Pues de
tus ojos, mona preciosa, de tus ojos.
Agnes: Oiga, pero
déjeme en paz ya.
Pepe (atreviéndose
a cogerla del brazo): No, no puedo dejarte en paz porque, si te dejo, me quedo
en guerra. Venga, preciosa...
Agnes: Pero ¿qué
habla? Oiga, se lo dije de buenas maneras. Si quiere, puedo pedírselo también de
malas formas, que yo también puedo ser muy grosera, ¡carallo! ¡Suélteme! ¡Suélteme
de una vez!
Pepe (disculpándose
con mucha educación): Tienes razón, muñeca. He sido muy bruto.
Agnes: Yo creo
que hemos de irnos ya...
Pepe: Ya, ¿tan
pronto? No quiero perderte de vista. Quiero guardar bien tu imagen en mi
memoria para evocarla siempre, todas las noches.
Agnes
(pensando): Por favor, que a terra
trague este home e que desapareza...
Celedonio: Y
esto es un mono disecao que me encontré en la basura. Le tengo mucho cariño y
siempre lo he cuidao mucho, pero no puedo llevármelo conmigo al pueblo porque a
mi madre le da un infarto si ve esto, así que, como los muebles, que sus los
regalo, sus dejo también este mono. Sus pido que lo cudiéis mucho. Ahora sus
enseño el balcón, que no lo uso pan a, pero bueno.
Al salir a la
terraza, el aire fresco de aquella tarde otoñal les acarició la piel y les
devolvió la vida.
Celedonio: La
verdad es que, al vivir en un octavo, tenemos muy buenas vistas aquí, por lo
que veis, y ese parque está muy bien pa sacar los perros, pero yo no tengo
porque son muy sucios y soy alérgico a su pelo.
Artemisa: Las
vistas son preciosas, ¿verdad, Agnes? Se ven las montañas y el bosque desde
aquí y huele tan bien...
Agnes: Sí, sobre
todo huele bien... Qué alivio...
Celedonio: Yo la
terraza no la abro nunca porque me resfrío mu rápido y enseguía se me ponen
malos los pulmones...
Celedonio: La
ventana de la habitación da a la terraza, pero yo no la abro nunca por lo
mismo, porque me resfrío con na.
Artemisa: El
lugar es tan bonito... Tenemos que quedarnos este piso, Agnes.
Agnes: Es la
parte más bonita de la ciudad, eso sí es cierto.
Celedonio: Pues
ya está, eso es to. El baño no sus lo he enseñao porque estoy terminando de hacerle
reformas, pero para cuando vosotras vengáis ya estarán terminadas las obras. Es
que se atascaban los desagües, no sé por qué, y tuve que ponerle tuberías
nuevas a todo porque no tiraba el agua y el váter continuamente se embozaba y
salía toda la mierda pa arriba, claro, y así no se podía vivir...
Artemisa: Por
supuesto que no...
Celedonio. El
precio... Te dije 350 cleuros; pero, por lo preciosa que eres, te lo bajo y te
lo dejo en 250 cleuros con todo ya incluido. El gasto de la luz y el agua más o
menos siempre es el mismo, además tengo un colega en la empresa que me hace
precios, luego aparte van las cosas de interné y todo eso, que uno no tiene de
eso, y luego los gastos de la comunidad, que muchos no son tampoco porque aquí
los vecinos somos todos muy colaborativos en todo.
Artemisa: Seguro
que sí lo alquilamos.
Celedonio: Podéis
hacer un contrato de un año si queréis, pero, si nos sus fuera bien por lo que
sea, pues me pagáis de mes a mes, ya está, que hay confianza.
Artemisa: Muchas
gracias. Mañana lo llamo y le confirmo...
Celedonio: De
tú, querida, de tú.
Hermenegilda
(pensando): Pero qué basura de tíos, maldita sea.
Agnes: Artemisiña,
el lugar donde está el piso es precioso, pero... ¿tú viste todo el trabajo que
hay que hacer para acondicionarlo? Es horrible. Yo no quiero tocar nada de
ahí...
Artemisa: Está asqueroso,
es cierto, pero con la ayuda de mi hermana lo dejaremos como nuevo, ya verás.
Agnes, no podemos desaprovechar esta oportunidad. El precio del alquiler es
maravilloso, este barrio es muy tranquilo y estamos cerca del bosque.
Agnes: Pero es
que será muy difícil limpiarlo todo, Artemisiña, y ahora no tenemos dinero para
comprar muebles nuevos... Yo con esos muebles no quiero quedarme, pero...
Artemisa: No te
preocupes por eso ahora, cariño. Mi hermana nos ayudará, ya nos lo dijo. Venga,
anímate, que hemos encontrado el piso que buscábamos.
Agnes: Vayámonos
ya de aquí, Artemisa, por favor. Me encuentro muy mal y...
Artemisa: Yo
tampoco me encuentro bien, pero pensémoslo con calma, por favor.
Agnes: Sí, pero
necesito salir de aquí.
En cuanto
Celedonio cerró la puerta, Pepe se acercó a su amigo y, mientras se le caía la
baba, le dijo:
Pepe: Pero ¿tú
has visto qué pibones?
Celedonio: A mí
me gustaba la de la piel bronceada. Menudo bombón.
Pepe: Yo me
quedo con la de los ojos negros. Qué ojos, por Dios y por la virgen...
Volverán, ¿verdad?
Celedonio: Yo
creo que sí. El piso les ha gustado mucho y seguro que les ha encantado cómo lo
tenía to de ordenao.
Pepe: Yo creo
que a la morena le he gustado. Me hacía ojitos.
La señora
Hermenegilda no quería perder la oportunidad de hablar con ellas. Deseaba y
necesitaba convencerlas de que se quedasen a vivir allí para perder de vista,
de una vez por todas, a esos hombres tan cochinos que le hacían la vida
imposible, así que, justo cuando estaban a punto de marcharse, las llamó con toda
la simpatía que podía emplear:
Señora
Hermenegilda: ¡Eh! ¡Hola! Perdonad, ¡no os vayáis!
La insistente
forma como la señora Hermenegilda las llamó las obligó a detenerse.
Señora
Hermenegilda: Hola, a las dos, hola. Me llamo Hermenegilda, pero podéis
llamarme señora Hermenegilda. He visto que habéis salido de la casa de esos
guarros. ¿Vendréis a vivir aquí? Sé que ese piso debe estar como el infierno,
pero escuchadme una cosa: aquí vais a vivir como reinas. Seguro que
necesitareis limpiarlo todo a fondo, pero, oye, que una está todavía para estos
trotes y que yo puedo ayudaros en todo lo que necesitéis, ¿eh? No dudéis en
pedirme lo que sea, lo que sea. Vivo en el séptimo, debajo de vosotras.
Artemisa: Muchas
gracias, señora Hermenegilda. Es usted muy amable.
Señora
Hermenegilda: Por favor, no me tratéis de
usted, que una es vieja, pero se siente joven todavía. Yo a esos tíos, mirad
por dónde, no los soporto y estoy deseando que se vayan a freír espárragos ya.
No os imagináis la vida que me llevan: tocando la batería a las tantas,
trayendo furcias todos los días, menudo jaleo me montan con las furcias, y
fumando, fumando como carretas, como chimeneas, que una ya no fuma casi porque
está mayor, pero tengo que tragarme el humo de esos guarros que fuman en el
ascensor y eso, mirad por dónde, yo no lo soporto.
Artemisa: Muchísimas
gracias de nuevo, señora Hermenegilda. Sí, lo más probable es que alquilemos
este piso. Está hecho una pena, pero nosotras lo arreglaremos y quedará como
nuevo, ¿verdad, Agnes?
Agnes: Sí, eso
intentaremos... Hemos de irnos ya, Artemisa. Se nos hizo muy tarde.
Señora
Hermenegilda: Yo contigo tengo que hablar, nena, que tu forma de hablar me trae
muchos recuerdos...
Agnes: Ya otro
día...
Artemisa: Sí,
volveremos pronto. Adiós, señora.
Al salir del
bloque de pisos, Artemisa le comenta a Agnes, sin poder evitar que su voz suene
llena de entusiasmo:
Artemisa: ¡Qué
mujer tan amable! ¿Te has dado cuenta de qué simpática que era y qué dispuesta
está a ayudarnos?
Agnes: Parece
amable, pero hay algo en ella que no me gusta...
Artemisa
(riéndose con cariño): Ay, tú siempre tan desconfiada... Cómo se nota que eres
gallega.
Agnes: No se trata de desconfianza. Es que... de
veras, hay algo en ella que me resulta incómodo...
Artemisa: Al
menos tienes que reconocer que es la persona más amable que nos hemos
encontrado esta mañana.
Agnes: Sí, eso
no te lo negaré.
Artemisa: No
como esos hombres... Se hacían los amables, pero...
Agnes: Ya sabes
que a mí no me gusta juzgar a nadie, pero, sinceramente, eran asquerosos; lo
peor que vi en mi vida.
Artemisa: Eran
muy asquerosos; pero, Agnes, tenemos que luchar por este pisito, Agnes. Debemos
salvarlo de la miseria en la que lo tienen sumido. Merecerá la pena, te lo
prometo, cariño.
Agnes: Te creo.
Todo merece la pena si estoy a tu lado.
Y, aunque
todavía sintiesen aquel asco tan intenso que les había provocado todo lo que
habían visto en aquel piso, las dos se fueron de allí llevando en el alma el
nacimiento de una esperanza muy hermosa y resplandeciente por la que estaban
dispuestas a luchar, venciendo cualquier obstáculo que la vida les pusiese por
delante.
ResponderEliminarMe dijiste que te dijera con que cosas me he reído, pero yo creo que es misión casi imposible, no sabes lo que me he reído con todo. Luis se ha ido y he podido disfrutar la historia tranquilamente y reírme a mis anchas. De verdad, ¡es buenísima! Has captado toda la esencia de la idea que teníamos en mente y le has dado vida de una forma magistral.
En primer lugar, el título, “Esta pocilga puede ser una maravilla”, ya con eso me has hecho reír. Empiezo por la primera aparición de la señora H, con la foto y el texto ha sido brutal. Tiene muchas frases divertidísimas que me han hecho reír, “Mujeres de vida alegre que van a ver a los mierdas de ahí arriba”, “Por nada del mundo una mujer con criterio y sesos se acercaría a una porquería de esas”, “escoria de tíos”, “esta tiene que ser de la tierra de mi primer marido”,”la peste que esos dos mierdas echan ya basta para saber como tienen el piso”, “pero que basura de tíos, maldita sea”...me he reído muchísimo con todas ellas. Además, la voz de la señora H del programa de la doctora amor me viene a la cabeza cada vez que leo una frase de ella. No me extraña que quiera hacer lo que sea para que se queden, menudos puercos son esos dos...Aunque ella tampoco es una maravillosa razón para quedarse a vivir, Agnes ya lo presiente. Pero bueno, a pesar de lo insufrible que puede llegar a ser, el piso es ideal (limpio). Artemisa parece encantada con ella, pero ya se llevará el tortazo, ya...jajajaja.
No esperaba para nada que le pusieses Pepe de nombre, me ha sorprendido mucho y no he podido evitar echarme a reír. Es que me gusta, choca por lo simple (el personaje es igual de simple, el pobre), pero le va genial ya que te esperas algo más “moderno” y le queda ni que pintado. Las frases viendo el fútbol son muuuuy divertidas y reales, y los nombres de los equipos madre mía, me he reído un montón “Atletclick de Clickcópolis” jajajaja. He de decir que es un personaje repulsivo al máximo. Me lo imaginaba puerco, pero lo es mucho más de lo que podría haber imaginado. Ligando con la pobre Agnes, que no sabía dónde meterse. Menos mal que al final saca su genio y se defiende. ¡Es un acosador! Si llega a seguir por ese camino, yo creo que habría intervenido Artemisa y se habría liado muy gorda. La frase “Están mejor que las pibas que salen en las pelis que me zampo por la noche” es de arañarse la cara y tirarse de los pelos, ¡pero que guarrooo! Ayy Ntoch, lo que me he reído. ¡Has creado una puercazo en toda regla!
Las pobres lo han pasado muy mal, no me extraña. A mi me pasa un 0,5% igual cuando voy a casa del hermano de Luis...no me quiero ni imaginar entrar en un piso como ese. El ambiente tan viciado, la suciedad, la clase de personas...es que es tan antinosotros, que entiendo perfectamente a Agnes. Artemisa guarda la compostura, es inteligente y sabe que limpiando, el piso quedaría bien. Además, son tontos y ha sabido jugar sus cartas y ahora tendrán que pagar 100 euros menos, ¡pero que suerteeee! Eso sí, para limpiar todo eso...mascarillas, guantes y litros de lejía desinfectante. Conociendo a Casandra, seguro que las ayuda y solucionará el tema de los muebles.
Dice Pepe “servíos lo que querais” ¡Puajjjj! Ni un baso de agua quieren, pobres. Cele es otro que tal, me he reído mucho con su forma de roncar jajajajajaja, ay que bueno “Ooooooooog, ooooooog” jajajajajaja. Se puso hasta el culo de vozka y estuvieron con pilinguis. ¡¿Pero cómo te salen esas palabras?! Es que son tan reales, las usan los mierdas (me gusta el término que usa H para referirse a ellos) en su día a día. Es igual de puerco que su amigo, contratando “furcias” jajajajaja y bebiendo como locos. Madre mía, ¡10 personas durmiendo ahí! “Necesitamos desahogarnos y para eso están las mujeres” ¡Ahhhhh! ¡Machista, puercoooo! Ayy lo que me he reído con estos indeseables. El calibre de los rifles es una pasada jajaja, m32hk. “Y aquí me pongo yo, en mi cama, y me pongo a ver la tele como un rey, tomando mis birras y fumando mis puros, anda que no. Pa que luego digan que hay que irse al Caribe pa disfrutar de la vida... De eso nada, monada. La tele la tenéis que poner así pa que se vea bien desde la cama. Tengo la antena paranoica de ésas y desde aquí se ve to lo que quieras.” Es que no tienen naaaaada que ver con ellas, no saben que sus necesidades son completamente distintas y que su estilo de vida son muy opuestos.
ResponderEliminar“pa guardar cosas que no se sabe, que se pueden necesitar de repente, en cuando no te lo esperas” , es una frase tan loca, tan de persona ilógica que me he reído muchísimo. “Y esto es un mono disecao que me he encontré en la basura”,jajajaja, mira que sabía lo del mono, pero al leerlo me ha sorprendido mucho y no podía parar de reír.
Hay un momento con el que has jugado con mi mente. “Quiere alquilarlo cuanto antes para poder irse al pueblo a cuidar de su madre, que está ya muy enferma”, me has hecho pensar “anda, pues aunque sea un cerdo tiene corazón y cuida de su madre”, pero luego pones “Le interesa que fallezca para heredar su casa y sus tierras”, y le das un vuelco a lo que estaba pensando en el acto, por lo que me he reído mucho.
En fin, hay muchas cosas más que resaltar, pero me tiraría horas. Que me he reído mucho, es justo lo que necesitaba para relajarme. Me has hecho reír mucho, y eso te aseguro que no es nada fácil.
¡¡Ya estoy deseando hacer la continuación!!
Bueno, bueno, bueno. Esto sí que no me lo esperaba, es una historia con un guión inenarrable. Las fotos son un apoyo genial, la verdad es que ilustrar el texto con estas imágenes es absolutamente genial, se podría hacer una obra de teatro, sí, es casi lo que me parece, una obra de teatro, con los decorados, el vestuario, el atrezzo... me ha divertido muchísimo, porque son personajes que ya conozco pero en un tono completamente distinto, es realmente muy gracioso cómo cada personaje se expresa, también es eso, que las personalidades están muy claras...
ResponderEliminarLa señora Hermenegilda es una cotilla, pero se ve que es buena, que ha vivido mucho, y que se muere de ganas por tener nuevas vecinas, sabe que con el cambio va a salir ganando pase lo que pase, porque vamos, menudas joyas.
Pepe es el arquetipo del machista asqueroso que no le parece tan mal serlo, al que le queda el sexo de pago como opción porque ¿quién se iba a fijar en él? Sexo, comida basura, suciedad, imaginación desbordante... la típica persona que no se entera de la película, que deja pasar la vida, que posiblemente no es totalmente malo, pero que da un repelús enorme y ganas de tenerlo siempre lejos, lejos...
Celedonio, su amigo, parece mejor pero no lo es. Posiblemente es mayor, y para él con alquilar el piso y ir a buscar la herencia de su madre ya es bastante. Es un desecho humano, un sin nada, un parásito. Su machismo tampoco deja lugar a dudas, trata a las chicas como a cachos de carne. Y seguro que huele a choto pero cosa mala.
Agnes es ella, claro, muy sensitiva, y con ganas de salir pitando toda la historia jajajajajaj pobre qué mal que lo pasa. Si no fuera porque está Artemisa ahí, reteniéndola...
Y finalmente Artemisa podríamos decir que es el motor de la historia, en el sentido de que es quien va tirando de Agnes, se nota que ella es la que planifica, es más entusiasta, más práctica, capaz de manejar todos los elementos porque tiene la vista puesta en lo que quiere conseguir.
Ahora bien, ¿quién protagoniza la historia? Por supuesto es algo coral, pero no hay ninguna duda en esto: la señora Hermenegilda, que va trufando el texto de anécdotas. Ella es quien nos cuenta la realidad de las cosas, así que también es la narradora principal, por ejemplo ya nos pone sobre aviso sobre las "furcias", (encantadora palabra), y nos va haciendo saber de su vida. Me la imagino de esas ancianas aún muy vigorosas, delgadita, nerviosa, lista y maniática.
El episodio principal, claro, es la visita al piso, que tiene telita jajajajajajajajajajajajjaja. Como digo las fotos son un plus, con esas cajas de pizza y el ambiente como de piso tras la caída de una bomba, ¡si hasta se notan los olores de la roña reconcentrada! Mientras lo leía pensaba lo mismo que la señora Hermenegilda: que ojalá que se lo queden, porque ventilando el olor se va, y con esas vistas tan bonitas que se intuyen pues valdría la pena... Lo que me choca un poco es que a Agnes no le termina de caer bien la señora Hermenegilda, que a ver, también lo comprendo pensando en que va a meterse en su vida, y mucho, pero después de todo es más una aliada que una enemiga, vamos, digo yo.
Agnes y Artemisa necesitan un nidito, y este puede serlo perfectamente, insisto en que esto, más que un relato, parece una obra de teatro, así que ¡que se alce el telón para el segundo acto!