Gaya es la suma sacerdotisa de El fuego de
Hécate. Ha fundado varios aquelarres a lo largo de su vida, pero siempre se deshacían
por la influencia externa de los habitantes de las ciudades. Desde que era
pequeña, sintió una conexión muy potente con la naturaleza y todos los
elementos que la componen. Su familia era católica, pero ella nunca pudo creer
en lo que su familia tanto defendía, por lo que, en secreto, empezó a
investigar acerca de otras creencias hasta encontrar la que verdaderamente
concordaba con su forma de ser y de pensar. Nació y vivió hasta los treinta
años en un pueblo muy pequeño rodeado por bosques espesos y altas montañas. Los
entornos de su hogar condicionaron profundamente su modo de interpretar la
vida. Siempre supo que había llegado al mundo para cumplir una misión muy
importante: desvelar el poder de la naturaleza y de todas esas fuerzas que la
controlan. Siempre supo que creer en un ser divino no tenía por qué suponer un
castigo ni un constante control. Es una mujer afable, paciente y muy sabia. Ha
adquirido sus conocimientos tras largos años de estudio y realmente nunca
dejará de aprender cosas nuevas. No le gusta la tecnología y no está de acuerdo
con la manera en que está avanzando la sociedad, por eso prefiere vivir
apartada de las ciudades, en hogares escondidos en el bosque o en pueblos casi
olvidados. Tras de sí se esconde un pasado muy interesante y misterioso.
Siempre tuvo que luchar para defender sus creencias y para convencer a las
gentes de que ella no era ninguna bruja.
Fue hippie en los años setenta, entre
otras experiencias, y, en su juventud, vivió largo tiempo en comunas donde
podía sentirse verdaderamente libre. Por sus creencias y su forma de comportarse,
las relaciones con su familia se rompieron hace muchísimos años. Nunca se ha
casado. Ha consagrado su vida a la Diosa porque afirma que es el único ser que
nunca la ha abandonado y no la abandonará jamás.
Gilbert es el sumo sacerdote de el aquelarre
El fuego de Hécate. Es un hombre muy reflexivo, sabio y algo ermitaño. Adora
los bosques y sabe muchísimo acerca de aves, leyendas y creencias ancestrales. Afirma
que ha vivido varias existencias tras morir y que se halla en el mundo por
décima vez. También asegura recordar todas las vidas que ha tenido a lo largo
de la Historia, pero, sin embargo, solamente habla de ello a quienes tienen un
profundo conocimiento acerca de las fuerzas antiguas, las que él dice sentir en
su interior o cuando se encuentra paseando por el bosque o cerca del mar.
Conoció a Gaya en una comuna hippie donde habitaron y juntos decidieron crear
el primer aquelarre de su vida; pero éste se disolvió por culpa de las personas
que pensaban que solamente intentaban hacer el mal a los que se acercaban a
ellos.
Adora la magia y los trucos ilusionistas, pero sobre todo pasa su tiempo
leyendo libros y pergaminos antiquísimos en busca de olvidadas leyendas y
creencias. Tiene algunas frases muy recurrentes como, por ejemplo: “el dios de
cada uno se encuentra en su corazón”, o: “no existe un solo dios y una sola
diosa, pues cada cual tiene los dioses que necesita; solamente el respeto es
uno, y es el dios de la convivencia”. Con Gaya mantiene una relación fraternal
desde que la conoció. Siempre ha sentido por ella el afán de protegerla y Gaya
siempre ha encontrado en él un maestro que la ha enseñado a vivir. Es paciente
como la misma naturaleza y siempre está dispuesto a adoctrinar sobre los
valores de la vida a todos aquéllos que se acerquen a él. Es bondadoso y empático
y nunca juzga a las personas, pues cree que todos somos dueños de nuestros
actos y tenemos que aprender nosotros basándonos en las consecuencias de
nuestros actos.
Agnes, junto con Gaya y Gilbert, creó el
aquelarre El fuego de Hécate. Es sacerdotisa desde hace más de un año y
ambiciona convertirse en suma sacerdotisa cuando Gaya se retire. Decidió
entregarle su vida a la Diosa para poder centrarse mejor en sus intereses.
Siente un amor inmenso por la noche y por todos los seres que la pueblan, ya pertenezcan
a este mundo o al que queda más allá de la vida. Es reservada y desconfiada.
Desde que era pequeña, percibió cosas que los demás no captaban, pero nadie la
creyó jamás cuando contaba su secreto. La mandaban a psicólogos que la tachaban
de esquizofrénica. Los psiquiatras la obligaban a tomar pastillas que ella
nunca ingirió. Su pasado es oscuro y difícil. Siente un rencor infinito por los
humanos y solamente aprecia (con reservas) a los miembros de su aquelarre. Vive
en una casa muy pequeña en medio del bosque y apenas se acerca a la ciudad.
Cree que la naturaleza le proporciona todo lo necesario para vivir. Es arisca
con las personas que no le suscitan confianza, pero es cariñosa con sus (pocos)
seres queridos y está dispuesta a ayudarlos en todo lo que necesiten. Sin
embargo, no soporta a Artemisa, a pesar de que ambas se asemejan mucho en su
forma de pensar, y no tiene reparos en demostrárselo cada vez que la mira. Gaya
la aprecia mucho, pero a veces se siente levemente incómoda a su lado.
Agnes tiene una conexión muy fuerte con los
espíritus del Más allá y con fuerzas que nadie conoce. Además, adora las
serpientes, las arañas y los murciélagos. Siempre ha defendido con uñas y dientes
a los animales y adora las tormentas, cuanto más violentas mejor. Utiliza el
fuego para comunicarse con la Diosa y, además, domina lenguas antiguas de las
que casi nadie se acuerda. Dice haberlas aprendido gracias a los espíritus que
se han comunicado con ella a lo largo de su vida. Agnes jamás permitirá que
nadie la conozca plenamente, pues afirma que los seres humanos no saben guardar
secretos, y tanto su pasado como su presente están llenos de misterios que ella
jamás revelará a nadie.
Dunia adora el mar, las flores y las
montañas. Le encanta hacer escalada, aunque también disfruta dando paseos
tranquilos por el bosque. Desde que era adolescente, anduvo buscando esa fuerza
superior que todos necesitamos para sentirnos protegidos. No la encontró en ninguna
religión hasta que conoció a Gaya en una conferencia sobre plantas medicinales.
Gaya le pareció una mujer muy sabia con la que era necesario entablar una
amistad. Gaya enseguida captó las intenciones de Dunia, pero nunca se negó a
ayudarla. Así pues, Dunia fue conociendo los misterios de El fuego de Hécate
hasta que, al fin, se convirtió en una iniciada más. Es muy altruista. Siempre
piensa en ayudar a los seres que quiere y a los que apenas conoce, por lo que a
veces los clicks malintencionados se aprovechan de ella. Es la protegida de
Gaya, pues la suma sacerdotisa siempre tiene miedo de que le hagan daño.
Dunia
es inocente y a la vez pura, pero tiene una picardía que divierte mucho a
quienes la conocen. Mantiene una relación muy especial con los animales, sobre
todo con las aves, y en más de una ocasión ha tenido como compañero a un pájaro
o ave rapaz, pero enseguida se ha sentido culpable por cortar su libertad y los
ha dejado libres. No le gusta la ciudad ni las fronteras. Cree que el mundo es
el hogar de todos y además es vegetariana y muy cuidadosa con el medio
ambiente. Está introducida en organizaciones que protegen a los animales en
peligro de extinción y algunas reservas naturales. Sus padres apenas conocen su
vida debido a que Dunia prefiere vivir lejos de su casa, pues allí se
siente encerrada. Es una clack muy alegre y activa y adora aprender.
Eleanor quiso ser princesa guerrera desde que
era pequeña. Jugaba a que luchaba contra Sam y su ejército oscuro. Sus padres
la amonestaron por ello infinidad de veces, pero Eleanor nunca se rindió y se
esforzó lo indecible para ser aceptada en el ejército de Evelyn, por quien siempre
sintió una admiración inabarcable. Desde que pertenece a la orden de las
princesas guerreras, no ha vuelto al que fue su hogar. Afirma que su única vida
se encuentra entre esas valientes mujeres y no necesita nada más para ser
feliz. Era heredera de un castillo precioso y de unas tierras fértiles que
podían ofrecerle muchos bienes; pero, al marcharse, tanto el castillo como las
tierras pasaron a manos de su hermano gemelo, quien los heredó cuando murieron
sus padres de una enfermedad contagiosa. Eleanor nunca soportó a su hermano,
pues él siempre la maltrataba vilmente y se aprovechaba de su inocencia.
Además, se reía de ella cuando la veía jugando a ser princesa guerrera. Nadie
sabe que Eleanor está esperando el momento de vengarse de su desagradecido y
cruel hermano.
Prudence, hija de un poderoso conde de
Clisandia, es la mayor de siete hermanas. Se distinguió de todas ellas en que
siempre fue mucho más valiente que nadie. Cuando Prudence tenía catorce años, una
noche hubo un incendio muy destructor en el castillo en el que habitaba con su
familia y fue la única clack que se atrevió a adentrarse en los aposentos de
sus padres para salvarlos. Casi todas sus hermanas (salvo dos) murieron aquella
noche sin que le diese tiempo a rescatarlas. Desde entonces, tiene cicatrices
incurables en el brazo derecho y en el pecho, cicatrices que esconde bajo su
armadura. Desde aquella noche, Prudence fue apodada la Dama del fuego, pues
nunca temió a las llamas. Su valentía le hizo plantearse la posibilidad de
pertenecer a la orden de las princesas guerreras de Clisandia. En su interior
siempre se desempeña una lucha entre el amor y el odio hacia la vida. Guarda un
infinito rencor al destino por haber provocado la muerte de casi todas sus
hermanas. Lucha siempre poniendo toda su alma pensando en que cada golpe de
espada puede salvar mil vidas. Su carácter ha ido endureciéndose con el tiempo
y sus compañeras consideran que es una de las guerreras más ariscas de la
orden; pero, no obstante, todas saben que bajo su dura coraza se esconde un
corazón resentido y asustado.
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